Entradas

Mostrando entradas de octubre, 2014

Tarde de octubre.

Imagen
Sinceramente no creo que ninguna de mis entradas sea merecedora de ser pasada a papel, excepto esta. No por buena, las hay mejores, (véase: Destino equivocado o Si tú no fueras tan yo ) sino por el esfuerzo. Nada que haya escrito, desde el día en que el profesor de matemáticas me pilló en clase escribiendo una historia sobre orcos y elfos, me ha costado tanto. Recordar un pasado desastrado duele, escribirlo duele más. Porque las heridas no se cicatrizan en una máquina de escribir, como piensan algunos escritores. La letra es mercromina, mas no cicatriza.  Cinco años ha de tu rendición y por aquí todo sigue siendo un desastre. Empezando por mí, cada día me cuesta más sonreír. Ya, ya lo sé, pero me haces mucha falta y octubre guarda dolor marcado en rojo en el calendario. A veces me pregunto por qué te fuiste, de repente, sin querer irte, si yo necesito tu abrazo tanto, tanto. Me pregunto qué pensarás de mí ahora, después de estos años y de aquellas caídas en

Santa Paciencia.

Imagen
Ahora que Teresa Romero ha superado el ébola y todo este tema pasa a un segundo plano, tengo que hacer mención a la figura más respetable del caso: Paciencia Melgar Ronda.  Voluntaria guineana, cirinea y amiga de Miguel Pajares, desinfectada de ébola, negra. El día 7 de agosto trasladan a España al curita, que pedía que trajesen también a Paciencia. El gobierno no hace caso y deja atrás a los ayudantes del padre Miguel, lo único que traen con él es un ébola cariñoso con los guantes de las enfermeras. Y mientras en el mundo salta la alarma y dan asco consejeros y ministros, Paciencia intenta sobrevivir en el "hospital" Elwa, a las afueras de Monrovia, capital de Liberia. Un barracón con un solo baño para 59 enfermos, techo de láminas de Zinc, cubos para vomitar, hacer necesidades y tapar goteras, todo a la vez. Infierno en la tierra de gemidos, sollozos, muertos. Teresa Romero vive feliz con perro y marido, inconsciente de ébola, Paciencia lucha por su vida con

Disquisiciones sobre poesía y literatura.

Imagen
No soy argentino, para que conste. Mucha gente, después de leer algo de este amartelado blog, me escribe para preguntar si soy argentino. Pues no, no lo soy, pero a veces me gustaría serlo.  Nací en una ciudad llamada Salamanca, geográficamente un poco al oeste, pero centradita de España, descentrada de todo lo demás. Aquí las personas no utilizan la palabra "vos", como en argentina, optamos mejor por "tú", ejemplo: "Tú, dime qué te debo", al camarero, o "Tuuuuu, que te chocas", al amigo que conduce borracho. A nadie llamamos por su nombre, el novio dice "esta" al referirse a la novia y la novia dice "este" al referirse al novio. No somos zalameros, si alguien nos cae mal se nota enseguida, fruncimos el entrecejo y no reímos gracias de ningún payaso, eso sí, pronunciamos divinamente, todas las palabras correctitas, haciendo énfasis en la jota, no estirando la ese y sin arrastrar una palabra, el punto en el punto. Que