En un relámpago de cuyo nombre no quiero acordarme.



Todo comenzó con una tormenta. Transcurría el año 1575 y hartos de espadas y salitre, soldados españoles regresaban a casa en barcos descangallados. La tormenta septembrina (me la imagino llena de Relámpagos) desunió de la flota a la galera Sol, que quedó a la intemperie en un mar adverso. No llegaron a España, pues cerca de las costas catalanas cayeron en el filo de una cimitarra pirata y berberisca. Murieron casi todos los españoles, incluido el capitán, sobrevivieron unos pocos, entre ellos Miguel y Rodrigo, hermanos y soldados destacados de la flotilla española; más Miguel que Rodrigo, pues llevaba cartas de recomendación, de Juan de Austria y del Duque de Sessa, con las que pretendía que lo hicieran capitán de un tercio, aquellos antiguos batallones que protegían galeras. El capitán musulmán los llevó atados hacia Argel, confiado en que España pagaría un buen rescate por sus soldados.
Argel, por aquél entonces la ciudad del pecado. Prostitución, palizas, galeotes desnutridos, cristianos pasándose al bando enemigo, esclavitud. ¡Cuánta impresión causó ese puerto en Miguel! Caminaba por calles vomitivas, llenas de putrefacción, viendo cadáveres empalados, entre pecados y calor igual de achicharrantes. 
Los hermanos intentaron escapar varias veces, en vano por supuesto. Un día llegó a Argel una misión de frailes trinitarios, esos de San Juan de Mata, para pagar un rescate por los presos. Pasó que no llevaban suficiente dinero para todos, y Miguel, hombre bueno y de honor, decidió que liberasen a Rodrigo antes que a él. 
Dos años más pasó en Argel, hasta que en 1580, otra comitiva de frailes trinitarios pagó los 500 ducados que exigía el Bajá por la liberación de Miguel. Una cantidad excesiva para la época, la barroca Clerecía de mi ciudad, junto con la Pontificia, costaron 12500 ducados, que era todo el dinero que tenía la reina Margarita de Austria, hagan cuenta, y más tratándose de un mutilado, ¡ah, que no lo he dicho! A Miguel le falta la mano izquierda, se la dejó en no sé qué guerra. Pues bien, esos 500 ducados han sido el dinero mejor invertido por este país hasta la fecha. De vuelta a España Miguel trabaja como recaudador de grano para la guerra que nos traíamos con Inglaterra, también escribe en sus ratos libres. En 1600, cuando había escrito la mitad de un libro que todos conocen y que nadie lee, muere su hermano Rodrigo, en Flandes, bajo la caballería holandesa. Dicen que a Miguel no le afectó demasiado la muerte de Rodrigo, que total, eran soldados y morir lejos de tu patria en una guerra inútil se consideraba un honor. ¡Ay don Miguel, cuán errado andaba! El honor no existe y la patria sólo da por culo, a ver si alcanzo a relatar su muerte y lo saco del error. 
En 1605 edita el libro del que les hablé, ¡ah, que no lo he dicho! El libro se titula El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, y es el pilar básico de la literatura castellana. Tras la publicación de dicha obra, parece que Cervantes empieza a coger fama y notoriedad. Su primera novela, La Galatea, no tuvo demasiado éxito, y es por El Quijote que se muda con su mujer a un piso de alquiler en la calle León de Madrid. El escritor por excelencia, el padre de la novela castellana, viviendo de alquiler, ¡Manda cojones! ¿Saben dónde vivía por aquella época el primer enemigo de Cervantes, Lope de Vega? En una casa propia con jardín, cerca de donde vivía Miguel. ¿Y Shakespeare? Andando por palacios, marihuano, de la mano de putas y concubinos. Y aquí viene la primera razón por la que escribo estas palabras, Cervantes vivía en una España de tullidos, físicos y mentales, una España en la que los gobernantes ni cuidaban, ni reconocían a sus artistas, dirigida por ineptos, como la que estamos viviendo ahora. Cervantes aguantó las políticas belicosas de Felipe II y más tarde las pacifistas de Felipe III. Para mí, el mejor notario que hemos tenido en este país ha sido Velázquez, por pintar a la clase política tal y como eran: subnormales. No me quiero imaginar si Miguel hubiera nacido en Inglaterra. La vara que nos darían. 
Turno para el segundo y último enemigo de Cervantes: Alonso Fernández de Avellaneda. Hincha de Lope, tordesillesco, y autor del Quijote apócrifo. A este señor, que no escribía nada mal, le debemos el empuje que llevó a Cervantes a escribir la segunda parte de El Quijote. Poco más se sabe de él, yo digo que era atrevido y tonto. Atrevido por creerse Cervantes, y tonto porque en su libro espurio, Quijote se encierra en un manicomio. Luego escribiré sobre los libros, ahora me tomaré un descanso, tómeselo también usted, amadísimo lector, se lo permito. Cierre esta página y asimile la información. Vuelva mañana y le cuento, así me sube las visitas. 

¿Por dónde iba? Me toca releer. Hablando de releer, ¿saben? Cervantes nunca releía lo escrito, no miraba para atrás. Tampoco se esforzaba en escribir correctas las palabras, le daba igual mismo que mesmo, no ponía los puntitos en las íes y a veces escribía su apellido así: Zervantes. He de decir que hasta el siglo XIX no se establecieron las normas de ortografía, pero da igual, el dueño de la letra escribe como le da la gana. Y punto. También escribió malos versos y mal teatro, y hasta se atrevió a novelar a las pequeñas mafias de la época en Rinconcete y Cortadillo, por eso es el escritor por antonomasia, no hay nadie como él, prueba de ello es el prólogo de Persiles y Sigismunda, donde en una prosa excelente, el propio Cervantes se escribe así mismo como un fracasado, y a un estudiante que lo alaba le dice: "Ese es un error donde han caído muchos aficionados ignorantes, yo, señor, soy Cervantes, pero no el regocijo de las musas, ni ninguno de las demás baratijas que ha dicho vuesa merced; vuelva a cobrar su burra y suba, y caminemos en buena conversación lo poco que nos queda de camino." Por más que busco no encuentro adjetivo para esas palabras, me vienen enormes. Lean ese prólogo, les llevará tres minutos como mucho y merecerá la pena. 
Podría escribir más sobre Cervantes; que si tuvo una hija con una tabernera joven y bella, que se llamaba Ana Villafranca, que si fue excomulgado, que si se casó con Catalina... Pero ya basta, si quieren saber más ahí tienen la Wikipedia, yo ahora escribiré sobre la obra cumbre de las letras españolas: Don Quijote de la Mancha. 
Libro enorme que casi nadie lee y pocos entienden. Lleno de insultos y faltas, que se encuentra en casi todas las casas. Yo espero, si me siguen por estas líneas, transmitirles un pellizco de pasión y algún que otro secreto encerrado en la gran obra. 
Diálogo lunático entre don Quijote y Sancho Panza, ya de sobra conocidos, en el que está apresada la vida entera. Es una burla a todo lo que se mueve: autor, lectores, protagonista, novela y narradores. Comienza en primera persona "De cuyo nombre no quiero acordarme", para seguir con el narrador omnisciente. Su protagonista, un hidalgo loco como el padre que lo parió, no tiene ni apellido cierto "Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que de este caso escriben, aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llama Quijana. Pero esto importa poco a nuestro cuento, basta que en la narración de él no se salga un punto de la verdad", esto empezando, y acabando dice Quijote a punto de morir: "Dadme albricias, buenos señores, de que yo ya no soy Don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron fama de bueno". ¡Qué barbaridad! ¡Qué parodia! Cervantes se burla hasta de su sombra, menuda sinrazón, Quijote confunde todo, nombres, gigantes, ovejas, armas, Dulcineas, galeotes, ventas. A Sancho Panza le promete el gobierno de una ínsula barataria. Se enamora de quien no debe y defiende causas tan perdidas como tronchantes. Pura poesía. Por reírse se ríe hasta de sus enemigos. Uno de los episodios más brillantes ocurre en el segundo libro; Don Quijote entra curioso en una imprenta de Barcelona y se encuentra con la segunda parte de Las aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, escrita por un tal vecino de Tordesillas. El protagonista viendo como corrigen el libro apócrifo. ¿Qué hace Quijote? Enfadarse, por supuesto, pues el impostor lo muestra como un loco y él no lo es, él es el personaje más lucido que ha dado la literatura " Vos sois el vacío y el menguado, que yo estoy más lleno que jamás estuvo la muy hideputa puta que os parió". Pluscuamperfecto perfecto. Como cuando se encuentra con Álvaro Tarfe, un personaje importante de la novela de Avellaneda, que ha visto al "otro Quijote", e intenta convencerlo de que el Quijote verdadero es el que está con él en ese momento, a lo que don Alvaro responde: "Aunque cause admiración ver dos don Quijotes y dos Sanchos a un mismo tiempo tan conformes en los nombres como diferentes en las acciones; y vuelvo a decir y me afirmo que no he visto lo que he visto, ni ha pasado por mí lo que ha pasado". Cervantes desdobla el tiempo y el espacio a su antojo pitorreándose de Avellaneda. Antes de este episodio don Quijote es derrotado por el Caballero de la Blanca Luna, fracaso de fracasos, y derribado y vencido y con la lanza del enemigo encima dice: "Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza y quítame la vida, pues me has quitado la honra". ¿Cómo explicar estas maravillas literarias a los jóvenes analfabetos de hoy, que tienen de todo y ni siquiera saben lo que es un rocín? Pues estas palabras son como llenar las pantallas de vuestros carísimos móviles con millones y millones de manos de wasap dando palmas.

Todo acabó con una miseria diabética el 22 de abril de 1616. A nuestro Cervantes le quedaban seis dientes mal acondicionados cuando murió, casi solo, sin honor ni patria, en su casa de la calle León. 
Ahora andan desenterrando sus huesos de una cripta tenebrosa, 400 años vista. Y la alcaldesa de Madrid diciendo que el ayuntamiento ha dado no sé cuanto dinero para el proyecto. Si no tienes ni idea de quien fue Cervantes, maldita palurda. Yo no sé pintar como Velázquez, sé escribir, y desde aquí te escribo: Subnormal. 
Cervantes es el mayor escritor de todos los tiempos, por su locura y su fracaso. Lean el Quijote, pasen si quieren los relatos que hay entre medias, pero léanlo, es el mejor consejo que les puedo dar desde este castillo en forma de blog. 




       
            Marcos H. Herrero. 




Comentarios

  1. ¡Qué bien has desgranado la historia de Cervantes! Un relato perfectamente hilvanado que relampaguea en medio de la IGNORANCIA en mayúsculas.
    Me sobrecogió la noticia que estuvieran desenterrando sus restos. ¿Para asegurarnos de qué? ¿A qué realidad trascendente nos traslada ese umbral? ¿Acaso no existía una placa en el convento que señalaba su lugar de sepultura? Apuesto a que Shakespeare intuía tal desvergüenza cuando dejó escrito su epitafio.
    Un fuerte abrazo, Marcos.

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  2. Un relámpago magnífico no apto para ignorantes pero muy recomendado para los que queremos dejar de serlo. Gracias a tus palabras me animas a comezar su lectura. Agradezco que hayas puesto unas palabras tan bellas aunque, por desgracia, no creo que sea. tan bien recibidas como otros relámpagos menos cultos y más mundanos. Es una lastima que noticias como un desentierro tengan que desenterrar también el origen de nuestra cultura para darnos cuenta de ello. Un relato excelente y magnificamente escrito. Espero que sea tan popular y comentado como otros. Un abrazo muy grande Marcos

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