De animales y fantasmas.



Muy a menudo aparece en el bar donde bebo una gatita de unos cuatro meses; confiada, juguetona, de rayitas negras sobre fondo gris y blanco, como algunos libros. Yo la he bautizado (sin agua, claro) con el nombre de Fantasma, porque, a la hora que la luna surge del mar, ella asusta niños en el parque de enfrente; se esconde, y cuando los animales juegan a ser indios o vaqueros, Fantasma salta sobre ellos con un maullido relampagueante. Se me hace genial ver a los rapaces huyendo despavoridos a las faldas de sus madres por culpa de una gata indefensa. Y es que el parque es de Fantasma, ¿que los niños reúnen fuerzas y vuelven a hacer junta? El espectro se manifiesta para asustarlos, así hasta que los niños se van definitivamente y el parque queda libre de cachorros pitecántropos. Es entonces cuando Fantasma se acerca a mí con el rabito para arriba y una sonrisa de victoria en los bigotes. 

¡Fantasmita, niña! Muy bien, ya has dejado la hierba libre de pisadas. Ven a comer conmigo, te he traído pollo. Ven loca, deja que te cuente. -

Ella escucha y entiende, y yo la aburro con mi plática agorera:

-Ten cuidado con los coches muchachita, que no quiero que uno de esos bestias motorizados te quite una de tus vidas.- 

Cuando se cansa del pollo y de mí, moja sus bigotitos en cerveza y se va a explorar. Pasea entre el humo del local, la gente apenas repara en su presencia. Es un espectro de ojos espejeantes y pupilas verticales. A veces un borracho la intenta perseguir y asustar, pero Fantasma con sus requiebros y sus giros, consigue que el borracho se maree y caiga al suelo. Torear beodos es lo que más le gusta. A mí, si me pongo borrachín, me cuida y no juega con mis pasos tambaleantes, porque yo le doy de comer pollo sin sal para que no le haga daño, y la amo. Compartimos hasta gustos poéticos, a ella no le gusta mi poesía, como a mí, cada vez que agarro una servilleta para escribir unos versos, sus uñas dejan el papel hecho confeti. 
La pretende un gato pelafustán, al que he bautizado (a éste sí con agua, un día lo mojé para que no se acercara mucho a Fantasma) con el nombre de Giacomo, por ser dueño de una belleza escapista, al igual que el padre de su nombre: Casanova, uno de los personajes más increíbles que ha dado la historia; militar, espía, tahúr, poeta, tradujo a Homero, se escapó de la cárcel más inexpugnable: "Los Plomos", donde lo metieron los inquisidores de Venecia, conoció a Voltaire, llevó la lotería a París, de la que ganó un dineral que más tarde dilapidó, se batió en duelo y enamoró a todo tipo de mujeres, a todas menos a Fantasma, ella sólo tiene ojos para mí. 

-¡Giacomo! Vete por ahí a conquistar mujeres con tu labia veneciana. No ves que Fantasma y yo estamos en conversación. -

El gato se va derrotado, entretanto le cuento a mi amor felino sobre sus hermanas de relato:

-¡Ay niña! Cuando seas mayor te llevaré a mi casa, allí viven dos gatinas como tú, te van a caer fenomenal, son muy buenas. Sabi es todo sensibilidad, princesa de reflejos mañaneros, me da la bronca si llego tarde a casa. En cambio Greta es travesura, jugona de cordones deshilachados, que llegue como llegue a casa siempre tiene una caricia para mí. Las echo mucho de menos, suerte que te tengo aquí conmigo pequeña. -

No sé donde vive, su madre, gata elegante y responsable, viene a buscarla sobre las tres de la madrugada. Fantasmita, que es muy obediente, restriega su cabeza contra mi brazo a modo de despedida y se va con su mamá. El nuestro es un amor como los de antes, con horario y prohibiciones. 

-¡Hasta mañana niña! -

Hoy no ha venido Fantasma, el bar está desolado sin su agilidad. En el parque hay alboroto de niños jugando, gritos, lloros, disparos de fogueo y ningún maullido. Definitivamente prefiero a los animales antes que a los humanos. Ver sufrir a una persona no me hiere tanto el corazón como si se tratara de un animal. Cuando veo a esos caballos sedientos, en ciudades como Roma o Sevilla, que arrastran calesas donde se trepan parejas de enamorados tripones y asquerosos, me dan ganas de arrancarle la vida a puñetazos al conductor y a los infelices que van detrás, con un puño americano, patear sus cabezas vacías, y cuando no quede de ellos más que huesos rotos, esquirlas de dientes, sangre y vómito, soltar al pobre caballo y decirles: "ahora cargad vosotros con la calesa, hijoputas."  
En eso pienso mientras espero a Fantasma, sólo sus ojos pueden calmarme, verla jugar y correr, inocente, hace que esta mierda de mundo pueda merecer la pena. Quizá haya ido con Giacomo a un cine de verano, o esté muerta en el asfalto por culpa de un coche veloz. Posiblemente no vuelva a verla. 
Mañana dejaré en el espejo retrovisor esta ciudad costera, llevándome el recuerdo de una gatita que acompañó mis melancólicos tragos con alegres requiebros.
Pido al cielo que proteja a los animales callejeros, a Fantasma y a Giacomo, a los perros de las protectoras, a los caballos explotados por un turismo subnormal, a los delfines de Taiji, Wakayama, a las focas de Namibia, a las ballenas de Islas Feroe. Amén. 
  

       Marcos H. Herrero. 

Comentarios

  1. Sigo de nuevo a salto de mata y con algunos relámpagos por leer. Pero no te olvido, cómo podría olvidarte. Ya sabes que eso nunca. Tú, por si acaso, no me apuntes las faltas, que siempre regreso y leo las entradas pendientes. A ver si normalizo mi ritmo de una vez.
    Has escrito una entrada preciosa y llena de ternura, que vuelve a confirmar el pedazo de persona que eres. “El hombre es civilizado en la medida que comprende a un gato” decía George Bernard Shaw. Te dejo este artículo que leí hace tiempo, porque como los encuestados, yo también creo que sólo los hombres inteligentes, protectores y cariñosos tienen gato.
    http://www.glamour.es/celebrities/hombres/articulos/a-los-hombres-muy-hombres-les-gustan-los-gatos-20-argumentos-que-desmienten-el-topico/19657
    La entrada de hoy "Sigo brindando por ustedes" me ha emocionado muchísimo. Mañana me paso y la comento. Prometido.
    Un fuerte abrazo, Marcos. Hoy doble, por el aniversario del blog.

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  2. Hacía mucho que no leía este relato y que no me acordaba de Fantasmita. Espero que ella siga bien, juguetona y cariñosa, y espero que vuelvas a cruzarte con ella este verano.
    Leerte de nuevo me ha hecho trasladarme a ese bar contigo, qué bien manejas la palabra y cómo nos haces llegar tus sentimientos y sensaciones. Razón tienes en cuanto al trato recibido por los caballos que tiran de carrozas llenas de turistas gordos y asquerosos, como los que hay también en Florencia que me causaron pesadillas durante días. Ojala, se revelaran contra sus amos y les fustigaran con el mismo látigo y los mismos pesares.
    Hacemos lo que podemos por todos ellos.
    Un abrazo Marcos, por recordarnos que debemos protegerlos y luchas por ellos.

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