A un tronista.
Hay una cosa que odio por encima de todo: los tronistas. Y ya no esos que salen por la tele, a fin de cuentas ellos cumplieron su objetivo y les pagan una pasta, sino los sucedáneos. Los subnormales que quieren parecerse a alguien tan bajo. Los de la inseguridad recalcitrante. En mi barrio cada día hay más. Caminan por la calle convencidos de ir a la última moda, posando para la foto, con sus cejas depiladas y su mente vacía. Selfielíticos de paroxismo ajustado. Cuesta creer que exista gente tan superficial. ¿Cómo alguien puede elegir esa vida con la cantidad de libros, museos, arquitectura, cuadros y ventanas que hay en el mundo? Incultura aceptada y de la que se jactan, que no soporto, mas cuando va regada con dietas de gimnasio, haciéndonos creer que agarran mancuernas porque se quieren mucho a sí mismos. Pues si tanto te quieres agarra un libro y cuida tu mente, es lo único que te hará distinto a los demás. Al final los raros serán los que escriben, crean, pintan, leen y se pre