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Mostrando entradas de julio, 2016

Desde un ayer demasiado presente.

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Un chico mira cómo unos padres recogen a sus hijos a la salida de un colegio burgués. Ronda los 14, tiene parcheado el pantalón a la altura de las rodillas y posiblemente esté haciendo novillos. Siente envidia, quizá rabia generada por la impotencia de la mala suerte, nunca nadie fue a buscarle a ningún lado. Me acerco a él. Le pregunto si le gustaría ser como esos chicos, dice que sí, pero que al poco lo echaría todo a perder, se volvería inmodesto, contestón, maleducado. Todos esos críos, continúa, no saben lo que tienen, sólo se preocupan por llevar el pelo y la ropa a la moda, hacer los deberes y no pasar demasiado tiempo al ordenador los sábados por la tarde. Si necesitan cualquier cosa mamá y papá se encargan, les dan una paga, no saben qué es robar, ni pasar hambre, posiblemente no lo sepan nunca los hijos de puta.  Habla mal, utiliza continuamente expresiones que aprendió en la calle, boca sucia y nudillos pelados, así se sobrevive. Yo no le regaño, me limito a caminar