El día que murió Leonard Cohen.
El día que murió Leonard Cohen fue un viernes caótico e iracundo, mis sueños acabaron antes de que sonara el infame despertador, como un mal augurio, como el rayo lejano que precede a la tormenta; el desayuno se hizo más amargo, más lagrimeado que de costumbre. El día que murió Leonard Cohen vestí una camisa negra que no me cuidó del gélido rocío y su melancolía, salí a la calle pisando las hojas crujientes del otoño, aterido, nostálgico, desangrado. Así que la vida era esto. El día que murió Leonard Cohen te llevé tarde al trabajo, en una ventana se reflejaba el grafito de un retrato, la acera seguía llena de empujones, alguien me vio pasar confundido entre el humo y los pitidos de un atasco. El día que murió Leonard Cohen mi teléfono comunicaba y la tarde bebía café para no anochecer más temprano, los hoteles que nos refugiaron una vez de la rutina eran números rojos naufragando en un mar prosaico. El día que murió Leonard Cohen una