El día que murió Leonard Cohen.


El día que murió Leonard Cohen fue un viernes caótico e iracundo,
mis sueños acabaron antes de que sonara el infame despertador,
como un mal augurio, como el rayo lejano que precede a la tormenta;
el desayuno se hizo más amargo, más lagrimeado que de costumbre. 

El día que murió Leonard Cohen vestí una camisa negra
que no me cuidó del gélido rocío y su melancolía,
salí a la calle pisando las hojas crujientes del otoño,
aterido, nostálgico, desangrado. Así que la vida era esto. 

El día que murió Leonard Cohen te llevé tarde al trabajo,
en una ventana se reflejaba el grafito de un retrato,
la acera seguía llena de empujones, alguien me vio pasar 
confundido entre el humo y los pitidos de un atasco. 

El día que murió Leonard Cohen mi teléfono comunicaba
y la tarde bebía café para no anochecer más temprano,
los hoteles que nos refugiaron una vez de la rutina
eran números rojos naufragando en un mar prosaico. 

El día que murió Leonard Cohen una tal Marianne 
lloraba en la tienda de ultramarinos de cualquier isla,
el viento desafinaba guitarras y sombreros a los borrachos
que deambulaban por las calles del Greenwich Village. 

El día que murió Leonard Cohen sonaba de fondo Travelling light
mientras volvíamos a casa y te contaba mis tristezas,
insignificante el mundo quedó huérfano de una voz lorquiana
que acariciará por siempre la derrota de los fracasados. 

     Marcos H. Herrero. 




Comentarios

  1. Gracias Marcos por seguir escribiendo y publicando, y por este homenaje a Leonard Cohen. Creo que has logrado captar la esencia del gran artista y poeta con estos versos. Un gran abrazo.

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  2. Igual sentí la muerte de Leonardo Cohen, he visitado el barrio y casa antigua donde él vivió, en Montreal.
    Su voz ronca y sensual, inigualable. Le has dedicado un bello poema. Felicitaciones.

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