Si tú no fueras tan yo XXXI. Ultimísima entrega.
Desde hace seis meses él no aparece tras la niebla del espejo. Me llevaron a especialistas. Decían que hablaba solo, que tenía un problema. La cama donde estoy ahora es metálica, fría, terrorífica. Tengo las manos atadas. Un hombre famélico y amargado entra en la habitación. Se acerca, lleva implantes mal disimulados en el pelo, mira el suero de un gotero conectado a una vena de mi brazo ¿será suero? ¿Dónde estoy? ¿No recuerdas nada? Mi cara de gilipollas hace que el hombre misterioso siga hablando. Te trajeron hace meses. Estás aquí para curar tus problemas. ¿Problemas? Extrae de los pies de la cama una carpeta. En la solapa de su bata blanca lleva una placa indentificativa que reza: Tu trabajo. Hojea folios garabateados. Gráficos irregulares. Según esto tu cabeza no anda muy bien. Has recaído. Te recogieron de la calle, por lo visto hablabas solo, los viandantes se asustaron y llamaron a la policía. Tienes que estar tranquil