Pero aquí estás.


Después de trece años vuelvo a la primera cena a la que fui con ella. 

El restaurante se ha vuelto francés, tardío, libertino. 

Sin embargo ella no ha cambiado nada
sigue siendo una chica inocente 
que huele la comida con una sonrisa
baila entre plato y plato
degusta los sabores exóticos 
y me ofrece su mano justo antes
de llevarse el vaso a la boca. 

Yo soy el que ha cambiado
más alcohólico, más fracasado
encerrado en una cárcel de papel
las arrugas denotan cargas lamentables
ya no me río tanto ni hago en exceso el payaso
llego siempre tarde a las citas literarias para con ella. 

Disimulo para que mis taras no se noten mucho
tal vez con esta pose de pícaro vencido
pueda enamorarla como hace años. 

Lo que más cuesta del amor es
volver a besar con la misma ternura
unos labios pretéritos que causaron herida. 

Yo te enseñé la cara amarga de la vida
el cansancio de las tardes obsoletas
una ciudad que anhela tus pasos
un arañazo aséptico en la nuca
la luz parpadeante del neón 
los desvaríos versados
deudas, desastre 
y poco más. 
En cambio tú a mí
me enseñaste museos 
acuarelas, librerías, cultura
besos de chispazos impagables 
una sonrisa para los días nublados
tu pañuelo blanco exigiendo el indulto 
que la vida no es tan amarga a pesar de todo. 

Aún nos queda mucho si tú quieres. 

El tranvía, con su estruendo mecánico 
sus chispas iniciando fuego en el camino
su cambio de vías y su decrepitud 
sigue llevándonos arriba de la ciudad
donde la vista es más fría y más bella
donde el vértigo pide dar un salto mortal 
donde hay un restaurante para celebrar
las caricias acumuladas de los años. 

¿Qué extraña magia ha hecho que acabemos juntos?

Ni el más inconsciente de los mortales habría apostado por nosotros. 

Pero aquí estás. 



      Marcos H. Herrero. 

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