Al arte que me ha dado tanto.



  Mi refugio un libro, la última fila de los cines. 
    Sueños de medianoche


El sheriff corrupto del condado
que con su rifle imparte justicia,
vendiendo armas por un puñado
de dólares llenitos de avaricia. 

Los extraterrestres de La llegada 
escriben con tinta en la ventana,
como The Bride que vilipendiada 
cercena cabezas a golpe de Katana. 

No hay escena más hermosa
que una animadora abriéndose la chaqueta
y escupiendo pétalos de rosa 
a la cara bobalicona del marido porreta. 

King Kong destruye asfalto y aviones 
llevando de la mano a la dama que más grita. 
Cleopatra enamora a César y sus legiones,
Tayler Durden mezcla ideales con dinamita. 

Dos vaqueros se enamoran en una montaña
viviendo la historia de amor más bella. 
La chulesca banda de Ocean engaña
hasta al millonario que les pone una querella. 

El malo muestra los estragos del cianuro
cuando James Bond dispara su pistola,
y mientras tú metes mano en lo oscuro,
Archie te explica qué es ser un Rock&Rolla. 

Un padre y un hijo persiguen por Roma 
a un escurridizo ladrón de bicicletas. 
No hay cadáver, todo es una broma,
dijo el mirón de ventanas indiscretas. 

La sombra de Drácula vaga por el castillo,
un asesino mata a la rubia adolescente. 
Pronto aprendí que la suerte es un anillo 
rebotando en la barandilla del puente. 

Dinero enterrado en la nieve de Fargo,
fotograma congelado en Instinto básico,
El transportista recibe un nuevo encargo,
alguien abre una verja del Parque Jurásico

Zombies, superhéroes salvando la ciudad,
reyes luchando contra orcos repugnantes,
el amor bailando en el cielo sin gravedad,
un virus que se propaga entre los viandantes. 

Historias ficticias que alejan la cortante rutina
de los días laborables, de la misma batalla. 
Mis heridas siempre se curan con mercromina
y el rayo de luz que explota en la pantalla. 

II. 

El rayo de luz que explota en la pantalla, 
brillando en imágenes mágicas,
me transporta a Nueva York, 
a una isla llena de serpientes,
al oscuro pasillo de una casa embrujada,
a los cines de verano de una juventud feliz. 

En el pasado quedaron aquellos cines,
con olor a mar y a palomitas baratas,
con el sonido de grillos y murciélagos 
distorsionando las palabras del héroe 
que salvaba de un incendio a la chica
más guapa que jamás vieron mis ojos. 

La temible luz del acomodador 
asustaba a las parejas que en lo oscuro
bajaban por primera vez una cremallera
con más impericia que pasión,
mientras un niño era asesinado por la espalda 
al lado del puente de Manhattan. 

La taquillera dispensaba un ticket diminuto
con el que entrar a un mundo de pósters y fantasía. 

Tu chica te apretaba fuerte la mano
cuando el vampiro salía de su milenaria tumba. 

El murmullo a la salida de los cines,
comentando el atraco perfecto, los labios de la diva. 

Ficción y realidad se mezclaban en la sala,
todo cambia para que todo siga igual. 

Salía del cine queriendo ser Karateka,
detective, bombero, cazador de licántropos. 
Seducido por un plano secuencia 
elegí el oficio más volátil, más mendaz. 
Y ahora sólo puedo unir unas palabras
para rendirle homenaje al arte que me ha dado tanto. 

     Marcos H. Herrero. 

Comentarios

  1. Tu entrañable entrada me ha traído a la memoria el libro de Guillermo Cabrera Infante “Cine o Sardina” que compré hace tiempo (si no lo has leído, te lo recomiendo. Es una joya. He ido a la estantería a ojearlo y sale mencionado tu admirado Edgar Allan Poe). El título viene de que la madre le daba a elegir los domingos entre ir al cine o a comer y tanto él como su hermano nunca escogían la "sardina".
    Un fuerte abrazo, Marcos.

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    Respuestas
    1. Lo apunto, lo leeré en breves y te cuento. Muchísimas gracias. Un fuerte abrazo.

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