Viendo el mundo a través de una ventana de avión.



Esas ciudades, tan pequeñas allá abajo,
con su trajín de luces, coches y gente,
alumbran este mundo incomprensible
como un fuego de bengala de repente detenido.

El cielo que casi puedo tocar con mi mano,
parece más hueco que visto desde la tierra.
Las nubes son humo de cigarros nocturnos
que alguien fumó en el vértigo de una ventana.

Yo pienso en la muerte y sus casualidades,
¿estará el ansiado salvavidas debajo de mi asiento?
y todas las películas de catástrofes aéreas
se proyectan en mi cabeza paranoica.

El retumbar de este avión que cruza el cielo
dejando tras de sí una estela blanca
de anuncio playero, de programa tenebroso,
no augura un final con maleta extraviada.

La azafata se acerca diligente a ofrecerme
el periódico de hoy, una revista, un calmante.
Reniego de tomar más barbitúricos ineficaces,
solo la letra podrá calmar mi histeria delirante.

Por eso, si este imitador de dioses alados
(invento de un loco, eso es seguro)
se estrella conmigo dentro, al menos,
me pillará escribiendo un verso sin rima.

Marcos H. Herrero.

Comentarios

  1. ¡Qué bonito escribes, peazo de poeta! Es una gozada leerte.
    Pásalo muy bien.
    Un fuerte abrazo, Marcos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Al arte que me ha dado tanto.

Tormenta de mayo.

ESCRIBIR UNA PRIMERA NOVELA Y EL RUIDO QUE NOS SEPARA.