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Mostrando entradas de febrero, 2018

Si tú no fueras tan yo. XXXII

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Te escribo esto porque siempre estás comunicando. Tan ocupado en tus asuntos que ni siquiera tienes tiempo de hablar conmigo. Ni en el azogue del espejo logro verte ya, o no logras verme tú a mí, según se mire. Ya sabía yo que acabaríamos perdiendo la comunicación.  No soy esa mala influencia que susurra perversidades al oído, sabes. Bueno, a veces sí, pero nada hiciste que los dos no quisiéramos. Excepto ahora, empeñado como estás en darme indiferencia, viviendo una vida banal y sinsentido, aburrida hasta la locura. Además, mis malos consejos hicieron que latiera ese corazón que tenemos a medias, cosa que ocurre con menos frecuencia cada vez. Estos días iguales, esta amargura sobreactuada, estos enfados constantes hacen de tu derrota una caída irrefrenable. Tal vez si dejaras que yo aflojara la soga de tu cuello. Podríamos irnos por esa carretera que tiene las piernas abiertas, llena de destinos inciertos y carteles que se iluminan en la noche, hacia el primer horizonte que no

Cómo me gustaría no saber escribir.

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El escritor que se encorva frente a un papel, y con letra de médico miope va dando vida a los personajes de una infancia marcada por la falta de talento. Busca palabras olvidadas en los callejones, casi siempre nocturnos o ensangrentados, y cuando no encuentra su botín efímero roba a los maestros que tanto le enseñaron. Abuelos de postguerra y payasos tristes, filósofos y apóstoles corren en su cabeza como niños revoltosos frente a un fotógrafo. Quedaros quietos, ordena, que os tengo que escribir. Casi sin tiempo emborrona, tacha, se equivoca, imprime, corrige con boli rojo las faltas de ortografía, la historia que quiere firmar pero no puede. ¡Qué escribir que no se haya escrito ya! La frustración va unida a un oficio muy poco valorado en estos tiempos, dónde cualquiera que tenga economía, o muestre un pezón en Instagram podrá publicar un libro vomitivo para fans virtuales y faltos de criterio. A los demás no nos leerá nadie, ni firmaremos contraportada

Veneno indefectible de tu corazón.

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                               Para la única que, equivocadamente, cree en mí.  Como en un espejo caleidoscópico, quisiera verme a través de tu mirada, verme como sólo tú me ves, aceptando todos esos disfraces que siempre llevo puestos. Observarme con tus ojos, desde lejos, en un día cualquiera, gesticulando mientras hablo con un desconocido, o tal vez con esa sonrisa estúpida que adorna mi cara cuando te veo. Y saber que debajo de todo el atrezzo hay un chico que espera impaciente una cama abierta en la madrugada, los relámpagos de los días lluviosos, el devenir soleado jamás conseguido. Ha de ser difícil, lo sé, aguantar tanta impuntualidad, tanto desconcierto, recibiendo como compensación apenas unos cuantos poemas, ya sin rima y de sílabas agujereadas. El desdén olvidadizo en la mirada de aquel que siempre está huyendo a lomos de incumplidas fantasías literarias, que farfulla sus redundantes tragedias; Perseo sin brújula de hilo en el laberinto.