El Spleen de Córdoba.




Una naranja caída sobre el césped
un patio con flores y luz blanca
unos gatos en un molino abandonado
el quejido de un pobre pedigüeño
confundiéndose en el aire
con el sonido de las campanas
y la voz apremiante del muecín.

El té lento de media tarde
que reconforta a los viajeros
igual que el rumor del agua de las fuentes.

Un jardín con olor a azahar
una catedral de jueves y una mezquita silenciosa
los baños de regentes higiénicos
las correcciones por fin encontradas
el cansancio de una libertad repentina
la lluvia corriendo impune sobre piedras saqueadas
sobre mis botas llenas de agujeros.

Los Omeya y su rugoso mocárabe
el judío errante contando dinares
la ingeniería romana, joven y eterna,
sobre un teatro de piedra y variedades.

Una alfombra voladora, otra llena de polvo
una biblioteca, una hoguera de versos.
Entre Maimónides y la nariz de Góngora
te espero debajo de un arco de herradura.

Un califa que se pasea entre las mesas
con su traje dos tallas más grande
atento a las conversaciones superfluas
de nosotros, dipsómanos furtivos de la noche.


      Marcos H. Herrero.

Comentarios

  1. Preciosos versos, Marcos. Grande Córdoba y grande tú.
    Un fuerte abrazo.

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